La Cama


   Tú afirmas que el estado de vigilia es opuesto al de sueño, pero ¿cómo sabes que el mundo sigue ahí cuando duermes? Ese lapso de inconsciencia en el que no sabemos si el mundo sigue ahí o se desvanece  a la vez que cerramos lo ojos, lo pasamos en la cama. Es el elemento más personal de todos los que habitan una casa. Si eliminas la cama no hay lugar para el reposo o la intimidad, el habitáculo se convierte en una oficina, en taller, en escuela en clínica…sí, en las clínicas hay camas pero nunca son nuestra cama, son suficientemente incómodas para que no pensemos en hacerla nuestra.
   Nuestra cama, se identifica con el yo, en ella dejamos nuestro olor y nuestra huella. Ella junto con la almohada hacen un refugio único, donde entregarnos al descanso y donde resolver nuestros problemas –consúltalo con la almohada-. En la cama veo una prolongación del nido, de la madriguera, es por tanto natural e instintiva; siempre la buscaríamos si perdiésemos la noción de todo. La cama se asimila también con la tumba por analogía del sueño con la muerte, y hablando del sueño, una hermosa imagen onírica es aquella del durmiente transportado en una barca, las aguas son una metáfora del sueño, por su profundidad y su capacidad de llevarnos en un viaje incierto. Mecidos por el movimiento del agua podríamos volver a nuestra primera cama acuática, el útero materno. Nuestro primer habitáculo donde disponemos de todo lo necesario, el primer refugio, el primer cobijo.
   Una y otra vez volvemos al concepto de la protección. La cama es el yo, pero es el yo protegido que una vez a salvo puede entregarse al descanso para dejar salir al inconsciente.